
- Óyeme Hassan, ocupas el cargo de
Director en la compañía no solo por tu capacidad y responsabilidad sino por la
tranquilidad que me brinda la confianza que a diario deposito en tí - dijo
Ibrahim a su asistente mientras se preparaba para salir de viaje
- Shukran! Ud. sabe señor que ante
todo está la palabra y la honestidad de un buen musulmán - respondió a su jefe
mientras cargaba el maletín ordenado con fajos de dólares
- Sé que en tus manos y sin mi
presencia tanto la empresa como mi familia seguirían la vía recta. ¡Alá sabrá
recompensarte Hassan, no te olvides que estaré en El Líbano hasta que el trato
se firme y la deuda quede saldada - agregó el presidente mientras arrancaba su
coche particular
- Lo sé señor, conozco bien sus
inquietudes y desvelos por la enajenación con R & W y no dudo que pronto la
negociación dará sus frutos - concluyó Hassan
- Maa al salama Hassan!
- Maa al salama Ibrahim! Tengan Uds.
buen viaje
Ibrahim era un hombre ambicioso y
capaz de generar dinero con solo un llamado telefónico. De carácter fuerte,
responsable y organizado. Había sido criado de esta manera y fue la copia fiel
de su padre en la empresa petrolífera heredada de él. Nada dentro de su
organización quedaba librado al azar, por ello supo elegir a quienes lo rodeaban.
Desde hacía un par de años había intentado revertir una deuda que pesaba sobre
su patrimonio con una compañía de capital israelí-americano y gracias a sus
políticas y estrategias empresariales estaba a punto de saldarla.
Había estado casado con Nur, su primera
esposa, por tres años y era un buen musulmán como esposo y padre.
- Nur! Habibty! pídele a Zainab que
prepare a los niños, que luzcan prolijos, de blanco y que lleven sus
prendedores de oro grabados. Partimos a las 20 hs. y sin demoras. ¡Estoy muy
feliz pues mañana será un gran día! - susurró a su esposa mientras se
confundían en un cálido abrazo
De pronto el ruido de los motores de
su jet rompió la armonía celestial y el temor y el llanto de los niños congeló
la imagen nocturna por un instante. Fue un momento de zozobra, desesperación e
impotencia, luego un estallido acabó con ese "gran día de mañana",
todo quedó en la nada, en las tinieblas, en el dolor y la muerte.
Ibrahim murió dejando una familia y
una empresa con deuda; tenía solo treinta años y su tiempo se había acabado.