Monday, April 24, 2006

IBRAHIM FAHAD




- Óyeme Hassan, ocupas el cargo de Director en la compañía no solo por tu capacidad y responsabilidad sino por la tranquilidad que me brinda la confianza que a diario deposito en tí - dijo Ibrahim a su asistente mientras se preparaba para salir de viaje
- Shukran! Ud. sabe señor que ante todo está la palabra y la honestidad de un buen musulmán - respondió a su jefe mientras cargaba el maletín ordenado con fajos de dólares
- Sé que en tus manos y sin mi presencia tanto la empresa como mi familia seguirían la vía recta. ¡Alá sabrá recompensarte Hassan, no te olvides que estaré en El Líbano hasta que el trato se firme y la deuda quede saldada - agregó el presidente mientras arrancaba su coche particular
- Lo sé señor, conozco bien sus inquietudes y desvelos por la enajenación con R & W y no dudo que pronto la negociación dará sus frutos - concluyó Hassan
- Maa al salama Hassan!
- Maa al salama Ibrahim! Tengan Uds. buen viaje

Ibrahim era un hombre ambicioso y capaz de generar dinero con solo un llamado telefónico. De carácter fuerte, responsable y organizado. Había sido criado de esta manera y fue la copia fiel de su padre en la empresa petrolífera heredada de él. Nada dentro de su organización quedaba librado al azar, por ello supo elegir a quienes lo rodeaban. Desde hacía un par de años había intentado revertir una deuda que pesaba sobre su patrimonio con una compañía de capital israelí-americano y gracias a sus políticas y estrategias empresariales estaba a punto de saldarla.
Había estado casado con Nur, su primera esposa, por tres años y era un buen musulmán como esposo y padre.

- Nur! Habibty! pídele a Zainab que prepare a los niños, que luzcan prolijos, de blanco y que lleven sus prendedores de oro grabados. Partimos a las 20 hs. y sin demoras. ¡Estoy muy feliz pues mañana será un gran día! - susurró a su esposa mientras se confundían en un cálido abrazo

De pronto el ruido de los motores de su jet rompió la armonía celestial y el temor y el llanto de los niños congeló la imagen nocturna por un instante. Fue un momento de zozobra, desesperación e impotencia, luego un estallido acabó con ese "gran día de mañana", todo quedó en la nada, en las tinieblas, en el dolor y la muerte.
Ibrahim murió dejando una familia y una empresa con deuda; tenía solo treinta años y su tiempo se había acabado.